El
origen del negocio asegurador –
orígenes de los seguros (parte I)
El
origen de la actividad aseguradora responde a la necesidad del hombre
de hacer frente a desastres o situaciones de pérdidas, que de forma
individual se vería imposibilitado de realizar.
Asegurar
significa transferir o distribuir el riesgo de una pérdida entre un
colectivo, de tal manera que en caso de ocurrir el suceso, resulten
tolerables para el afectado.
Desde
la antigüedad, siempre que una sociedad ha logrado un elevado grado
de complejidad, ha surgido el seguro como medio para controlar
posibles pérdidas extraordinarias.
El
seguro tiene su origen en el trasporte y comercio marítimo o
fluvial, ya que el robo o hundimiento de una embarcación ocasionaba
pérdidas cuantiosas a quienes habían embarcado sus mercancías.
Ya
en el tercer y segundo milenio a.n.e. los mercaderes chinos que
transportaban mercancías mediante transporte fluvial, no embarcaban
todas sus mercaderías en un solo barco, sino que las distribuían en
varios a fin de disminuir la perdida que el hundimiento de un navío
podía ocasionarles.
En
Mesopotamia, se empleo un sistema para asegurar los prestamos que los
mercaderes tomaban para fletar un barco, de manera que el tomador del
crédito pagaba al prestamista una cantidad adicional que
garantizaba, en caso de un naufragio o de robo de la mercadería por
parte de piratas, que el préstamo quedara saldado de manera que el
mercader limitaba sus pérdidas al valor de sus mercancías
embarcadas. Este sistema asegurador se señala en el Código de
Hammurabi.
Los
comerciantes de Rodas, hace mas de 2500 años inventaron el concepto
de promedio general o general average, que establece que las partes
que participan en un flete comparten proporcionalmente las pérdidas
que puedan derivar de arrojar al mar mercancías con el fin de
aligerar el barco para salvarlo de un peligro, de manera que la
perdida no recaiga solamente en el dueño de la mercancía perdida,
sino que estuviera repartida entre todos los consignatarios. Este
medio asegurador fue empleado durante milenios y fue reconocido como
un principio de las leyes marítimas en el Codigo de York-Amberes en
1890.